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Charricos: Un orgullo tabasqueño

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A pesar de que los mejores tiempos del transporte fluvial en las aguas de Tabasco habían llegado a su fin, Israel Cabrera Vera no dejó de intentarlo. Durante las décadas de los sesenta y los setenta Cabrera partió en incontables ocasiones desde Frontera hasta Salto de Agua, Chiapas, y de regreso. Como capitán recorrió las aguas del Río Grijalva y del Usumacinta, con sus navíos cargados de mercancías que empacaba, vendía y entregaba. Así lo hizo hasta el día de su muerte. Adaurelia Paredes Narváez, su esposa, heredó sus navíos, las cuentas de sus negocios y la responsabilidad de alimentar a cuatro hijos: Leticia, Eleazar, Gregoria y Héctor. 

 

Sin el capitán los barcos encallaron. En la cartera vencida se acumularon más de dos millones de pesos. Nadie, sólo Israel, podía haber cobrado aquellas cuentas y arreglado aquellos asuntos. Luego llegó el huracán Brenda. La noche del lunes 21 de Agosto de 1973 comenzaron las intensas lluvias en Centla. Los vientos alcanzaron la velocidad de más de 130 km. por hora. Más de 400 casas quedaron destruidas y diez personas perdieron la vida. Las embarcaciones de la familia Cabrera Paredes fueron también afectadas. Seguir en el comercio de cabotaje resultó imposible. Don Arcadio Paredes le ofreció a su hija Adaurelia cuidar de ella y de sus hijos. Le dijo que podía trabajar con él en sus tiendas. Ella se negó. En una de las bodegas donde su esposo trabajaba había unas maquinas para cocinar frituras. Decidió aprender el oficio y apoyarse en sus hijos mayores. Así, cada día después de la escuela, Leticia se encargaba, junto con su madre, de las preparaciones y Eleazar salía a vender. La venta de los charritos, como se le conoce a las frituras que preparaban, les dio lo suficiente. Años más tarde Leticia se recibió como maestra y Eleazar se unió a la marina como radiotelegrafista. Adaurelia aceptó finalmente trabajar con su padre, Arcadio, y la fábrica de charritos cerró.

 

En Tabasco muchas familias vivieron del comercio fluvial. Las tierras de este estado flotan sobre anchos y caudalosos ríos, un gran archipiélago, incontables lagunas y arroyos, pantanos y acahuales. El periodista Pedro César Ocampo Ramírez decía que aquel trópico húmedo creó su propia cultura entre los paisajes selváticos y las bondades de las aguas que lo rodeaban. Tabasco, particularmente desde el puerto de Frontera, en el municipio de Centla, fue una de las conexiones marítimas de México con el mundo a lo largo del siglo XIX y principios del XX. En el libro Tabasco a dos tiempos, el escritor Elías Balcázar Antonio cuenta que es por ello que la sociedad de aquel estado “se volcó hacia el mar y hacia sus ríos”. De acuerdo con Balcázar las relaciones de Tabasco, partiendo de las costas del Golfo hacia afuera, tenían un carácter necesario, y eran más permanentes y constantes que las que se sostenían con el centro del país. Andar por ríos, lagunas y por el mar, era bastante más fácil, pues no había grandes carreteras ni vías ferroviarias. Además el mercado del norte, en dólares, resultaba más seductor. De la misma manera la conexión comercial y marítima con Europa fue de suma importancia, pues una buena parte de la madera preciosa, caoba y cedro, que se explotó en el sureste mexicano, se iba hacia allá, y la diversidad de artículos manufacturados que se consumían en Tabasco y en la región provenían del viejo continente.

 

Las épocas  de bonanza y escasez en Tabasco durante algún tiempo fueron dictadas por el ritmo de las navegaciones. Los comerciantes y trabajadores de la industria marítima lucharon durante muchas décadas por sostener aquella forma de vida. A pesar de ello la economía tabasqueña era frágil, pues vivía a merced de las condiciones climáticas y la demanda de los mercados externos. Los huracanes y los caprichos de las empresas extranjeras mostraban los puntos flacos de aquel modelo mercantil. Aunado a ello, durante las décadas de 1940 y 1950, el estado comenzó a conectarse con el resto de la República gracias a las vías carreteras y el ferrocarril. Eso permitió, a la postre, el florecimiento de nuevos mercados y nuevos bríos. En ese contexto surgió Charricos.

 

A finales de la década de los setenta Eleazar Cabrera Paredes dejó su empleo en la marina. Su vena de comerciante lo impulsó a ello. Fue así que desempolvó las máquinas y regresó al negocio de los charritos. En un principio repartía el producto en un triciclo. Después adquirió un coche con el que conseguía surtir su producto en distintas zonas de Villahermosa. En 1983 la empresa Charricos logró constituirse formalmente.

 

Eleazar se encargó de hacer de Charricos una compañía sólida. Desde muy pequeño aprendió que el capitán debe ser un compañero más de toda la tripulación, porque su ausencia no puede ser definitiva. Así, Eleazar se encargó de enseñarle el oficio a su hijo Gerardo, actual subdirector del grupo empresarial, así como de acompañarse de colaboradores de gran confianza y fidelidad, como el director de ventas Enrique Cruz García, que trabaja en Charricos desde los 17.

 

La comida frita tiene un sabor extra: el sonido. Escuchar el crujir de un alimento nos produce placer. Por eso se suele comer botanas crujientes en compañía o en momentos de descanso y recreo. En el sonido que produce el crujir de los productos de Charricos hay miles de historias de familias del sureste mexicano vividas en la sala de una casa, en un jardín o una plaza pública. Hay, también, un largo recorrido de los productos agrícolas que se transforman y empacan para su consumo. En Charricos se condensa de forma perfecta la historia, las tradiciones y la cultura tabasqueña. Los productos del campo como el maíz —que se trabaja mediante el proceso ancestral de la nixtamalización—, el plátano, la malanga y el trigo se compran de forma responsable y consciente. Grupo Charricos garantiza precios competitivos a los agricultores y se encarga así de mantener viva la economía de muchas familias tabasqueñas.

 

Cuando las tiendas OXXO llegaron a Tabasco, Charricos fue uno de sus mejores aliados. Los productos de origen natural de Charricos son uno de los mejores ejemplos del trabajo responsable y consciente con el medio ambiente y el bienestar de los consumidores. Charricos ofrece productos con pocas grasas saturadas y con un alto estándar de calidad en sus procesos de cocción. Para grupo Charricos, la colaboración con OXXO ha sido una de las vías para hacer que los productos de Tabasco salgan al mercado. De la mano de OXXO, el trabajo de todos los tabasqueños involucrados en Grupo Charricos recorre de forma más sencilla los caminos del Golfo hacia afuera y hacia adentro.

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